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Cada vez que abro la puerta entra alguien.
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-¿Cómo estás?
-¿Cómo estás?
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-Hola, Armand.
-Me mandó a llamar, señora.
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Sí, estaba tan avergonzada
por lo que sucedió...
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frente a tus invitados
que no veía la hora de irme.
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Tu marido es muy gracioso, ¿no?
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Estoy segura de que debo importarle,
si no, no haría esas cosas.
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Sí, pero yo no le importo demasiado.
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No, Armand,
es justamente lo que quiero decir.
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-¿Podrías hacerme un favor?
-Por supuesto.
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Estuve pensando...
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Me pregunto si podrías convencerlo...
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de que todo sucedió tal como lo conté
esa noche en la posada.
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Me encantaría.
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Pero, ¿está armado?
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¿No le tendrás miedo?
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-Claro que no, pero...
-¿Lo harías por mí? ¿Lo antes posible?
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Sí.
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Y de ninguna manera debe enterarse
de que yo tuve algo que ver con esto.
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-No.
-Lo antes posible.
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¡Sr. Smith! ¿Cómo estás?
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-Pero es demasiado pronto.
-¿Lo es?
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-Demasiado pronto.
-¿Qué puedo hacer?
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-No puedes quedarte aquí.
-Lo sé, ¿adónde puedo ir?
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-Mira, aquí afuera.
-No.
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En el cuarto. Apúrate.
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-Hola, amigo.
-Hola, Jerry.
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-Hola, Patsy. ¿Cómo has estado?
-Muy bien.
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Sabías que era yo, ¿no?
Claro que lo sabías.
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Me recordaste, ¿verdad? Seguro que sí.
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Vete.
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-Hola, Jerry.
-Hola, Lucy.
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-Supongo que sabes por qué vine.
-No, no exactamente.
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Vine a disculparme por mi comportamiento
de hoy en el departamento de Duvalle...