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-¿Cómo está?
-Soy Edith Van Hopper...
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Me alegro de verle.
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Ya no esperaba ver a
viejos amigos en Monte...
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Siéntese a tomar café.
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Pídele al camarero
otra taza.
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Soy yo quien
las invita a un café.
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Garçon, café, por favor.
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-¿Un cigarrillo?
-No, gracias.
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Lo reconocí enseguida...
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La última vez fue
en el casino de Palm Beach.
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No recordará a
una vieja como yo.
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¿Juega mucho aquí?
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No, ya no me divierte.
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Si yo viviera en Manderley...
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No vendría a Monte...
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Dicen que es un bello lugar.
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¿Qué le parece Montecarlo?
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-Muy artificial.
-Qué tonta.
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Las chicas darían
sus ojos por ver Monte.
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Eso es una contradicción.
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Espero verle más.
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Venga a mi suite
a tomar algo.
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Tendrá una buena habitación...
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Si está incómodo,
quéjese.
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Su criado le habrá
deshecho la maleta.
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No tengo criado.
¿Podría hacerlo usted?
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Bueno, yo...
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Quizá le seas útil
al Sr. de Winter...
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Eres muy competente.
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Estaría encantado,
pero pienso que...
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quien viaja solo,
va más rápido.
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¿Qué te parece?
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¿Creería que marcharse
así es gracioso?
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No te quedes ahí pasmada.
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-¿Tienes la llave?
-Sí, Sra. Van Hopper.
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En mi juventud,
cierto escritor...
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se volvía en cuanto
me veía venir.
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Estaría enamorado de mí
y se sentiría inseguro.
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C'est la vie.
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Por cierto,
no te lo tomes a mal...
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fuiste algo atrevida
con el Sr. de Winter.