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Leopold, te he tratado tan mal.
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La verdad es que no
te conocía.
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Leopold.
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Deja de decir "Leopold"
con tanta ternura.
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Suena muy raro
con un nombre como "Leopold".
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Cállate.
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¿Cómo va a terminar todo esto?
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Tú otra vez en la buhardilla
y él jugando malas pasadas.
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¿Adónde habrá ido sin barba?
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- No le pasará nada.
- Sí que le pasará. Es un niño.
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Comprendo cómo te sientes.
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No empieces otra vez con tontadas.
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No comprendes absolutamente nada.
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Nora, a ti te apetece ir
a Washington, ¿verdad?
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Vamos, contesta.
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¿Quién no se querría
ir de este pueblo?
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Claro, y con él.
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He estado aquí pensando.
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Es un error.
Todo es un error.
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¿El qué es un error?
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Le he dado muchas vueltas.
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Supón que os hubierais conocido aquí
y Leopold Dilg ni aparece.
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- Un momento.
- No. Eso no es todo.
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Es un gran hombre.
Un hombre importante.
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Y con una gran carrera.
No se puede rechazar una carrera así.
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¿Quién dice que yo
tuviera razón sobre la ley?
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Leopold, ¿a qué viene eso?
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A nada.
Estaba pensando en voz alta, Nora.
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- ¿Y qué pensabas?
- ¿Es que no se puede pensar?
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- Nora, más vale que te vayas.
- Espera.
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- Aquí corres peligro.
- Voy a avisar a Yates.
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- Quédate aquí.
- Todo saldrá bien.
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Recuerda lo que he dicho.
No te muevas de aquí.