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Mi temor a Banquo se me clava hondo
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y en su regio temple reina
lo que ha de temerse.
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Grande es su atrevimiento
y, a ese ánimo intrépido,
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le suma la prudencia que guía su
valor para obrar sobre seguro.
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No existe nadie a quien yo tema excepto
a él y ante él mi genio se intimida,
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como dicen que se intimidaba
Marco Antonio ante César.
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¡Que la máquina del mundo...
se desbarate!
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Que ambos mundos se desquicien...
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antes que comer nuestra comida con miedo
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y dormir con la aflicción de estos terribles
sueños que nos agitan en la noche.
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Mejor estar con el difunto, a quien
para estar en paz a la paz enviamos...
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...que yacer con la mente
atormentada en delirio incesante.
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Duncan está en su tumba.
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Tras la convulsa fiebre de la
vida, duerme bien.
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La traición hizo lo peor.
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¡Ni el puñal, ni el veneno,
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ni los temores interno, ni la invasión
extranjera,
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nada..
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puede ya alcanzarle.
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- ¿Me esperan esos hombres?
- Sí, mi señor, a las puertas de palacio.