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Contéstame una cosa.
¿Por qué 30 gramos de oro valen $20?
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- No lo sé. Porque es escaso.
- Mil hombres salen a buscar oro.
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Tras seis meses, uno de ellos tiene suerte.
Uno de mil.
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Su hallazgo no representa sólo su labor,
sino la labor de los otros 999.
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Eso da un total de 6.000 meses, 500 años...
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de búsqueda en la montaña,
pasando hambre y sed.
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El oro vale lo que vale
por todo el trabajo empleado en hallarlo.
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- Jamás lo vi de esa manera.
- No hay otra explicación.
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El oro no sirve para nada
salvo para hacer joyas y dientes de oro.
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El oro es algo diabólico.
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Comienzas diciendo
que te conformarás con ganar $25.000.
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Prometes hacerlo, con la ayuda de Dios.
Sabia decisión.
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Tras meses de arduo trabajo,
hay pocas provisiones y aún no ves oro...
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así que bajas a $15.000, luego a $10.000.
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Finalmente dices:
"Señor, déjame hallar $5.000 en oro...
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"y jamás volveré a pedirte
otra cosa mientras viva."
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$5.000 es mucho dinero.
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En este antro parece mucho.
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Pero si hallaras algo grande,
ni a rastras te sacarían.
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Ni una amenaza de muerte
te impediría intentar ganar $10.000 más.
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Con $10.000, querrás $25.000.
Con $25.000, querrás $50.000.
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Con $50.000, $100.000. Una ruleta.
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Una vez más, ya sabes.
Siempre una vez más.
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A mí no me pasaría eso.
Lo juro, no me pasaría.
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Sólo me llevaría
lo que dije desde el principio.
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Aunque aún quedara $500.000 en oro...
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ahí tirado, esperando a ser recogido.
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He cavado en Alaska, Canadá y Colorado.
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Estuve en Belice,
gané suficiente dinero para volver a casa...
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y hasta casi sobró
para curarme esa fiebre que tenía.
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Cavé en California y Australia.
Prácticamente en todo el mundo.
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Sí. Sé lo que el oro le hace
a las almas de los hombres.
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Hablas como si alguna vez
hubieses sido rico, viejo.
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¿Tengo razón?
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¿Entonces qué haces aquí,
sin oficio ni beneficio?
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Así es el oro. Es en lo que nos convierte.
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No he conocido a un cateador
que haya muerto rico.
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Si halla una fortuna,
la malgasta intentando hallar otra.
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Yo no soy ninguna excepción.
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Ahora soy un viejo maltrecho,
pero no crean que he perdido mi espíritu.
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Estoy listo para levantar el pico
si hay con quién compartir gastos.