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La audición era a las 2:30. Son casi las cuatro.
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¿De verdad? Debo empezar a Ilevar reloj.
Nunca lo he hecho, ¿sabes?
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¿Quién ha leído con ella?
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- ¿Bill? ¿LIoyd?
- No.
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- No puede haber sido Max. ¿Quién?
- Como es natural, tu suplente.
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No es natural dejar que una chica
con un embarazo avanzado...
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Me refiero a tu nueva,
desembarazada suplente, Eve Harrington.
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¿Eve? ¿Mi suplente?
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- ¿No lo sabías?
- Claro que lo sabía.
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¿Se te había olvidado?
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¿Cómo... ha estado la Srta. Caswell?
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Francamente, no me acuerdo.
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- ¿Se te ha olvidado?
- Del todo.
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Tampoco podrá nadie decirte
qué tal leyó la Srta. Caswell,
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ni si leyó o si anduvo sobre zancos.
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¿ Tan mal lo ha hecho?
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Margo, he vivido en el teatro
como un monje trapense vive en su fe.
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No tengo otro mundo, ni otra vida.
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Muy de vez en cuando,
experimento ese momento de revelación
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por el que suplican los verdaderos
creyentes. Tú fuiste una.
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Jeanne Eagels fue otra, Paula Wessely,
Hayes. Hay otras, tres o cuatro.
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Eve Harrington estará entre ellas.
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Así que leyó bien.
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No fue una lectura, fue una actuación.
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Brillante, intensa,
algo hecho de música y fuego.
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Qué bonito.
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Con el tiempo, será lo que tú eres.
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Una masa de música y fuego.
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Ésa soy yo. Un viejo kazoo que echa chispas.
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Dime, ¿a Bill también... lo ha impresionado?
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- ¿O estabas demasiado arrebatado?
- Bill no ha dicho nada.
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Pero Lloyd escuchó su obra como
si la hubiese escrito otro, según dijo.
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Sonaba tan fresca, tan Ilena de significado...
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Me alegro por Lloyd. Me alegro por Eve.
Me alegro por todo el mundo.
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Eve ha sido increíblemente modesta.
Insistía en que no merecía ningún crédito.