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Conmigo no eres
ninguna campeona. No te des aires.
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Di claramente lo que tengas que decir,
y luego déjame echar la siesta.
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Muy bien. Aunque no sea necesario,
porque ya sabes lo que voy a decir.
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Puede que Lloyd deje a Karen,
pero no la dejará por ti.
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- ¿Qué quieres decir con eso?
- ¿Lo digo más claramente?
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No he venido a New Haven a ver la obra
ni a hablar de tus sueños.
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He venido a decirte que no te casarás
ni con Lloyd ni con nadie,
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porque no lo permitiré.
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- ¿Qué tienes que ver tú con eso?
- Todo.
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Porque, desde esta noche, me perteneces.
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¿Pertenecerte? ¿A ti?
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No doy crédito.
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Un cliché muy usado.
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¿"Pertenecerte"?
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Suena medieval.
Salido de un viejo melodrama.
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También la historia del mundo
en los últimos 20 años.
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No me gusta ser tan claro.
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Esperaba que dieras
por sentado que tú y yo...
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¿"Dar por sentado"?
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¿"Que tú y yo..."?
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Recuerda, mientras vivas,
no reírte de mí jamás.
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De lo que quieras
o de quien quieras, pero nunca de mí.
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- Vete.
- Eres demasiado pequeña para ese gesto.
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Además, hace tiempo que se pasó de moda.
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Si no te vas, haré que te echen.
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No cojas el teléfono. Ni lo toques.
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Algo te dijo que hicieras
lo que te dije, ¿verdad?
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Ese instinto vale millones.
No puede comprarse, Eve. Aprécialo.
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Cuando suene la alarma, corre a tu puesto.
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Para empezar, tu nombre no es
Eve Harrington. Es Gertrude Slescynski.
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- ¿ Y qué?
- Es cierto que tus padres son pobres.
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Les gustaría saber cómo estás. No han tenido
noticias tuyas desde hace tres años.