Julius Caesar
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y tu comida vale la pena.
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Bien, te esperaré.
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Adiós a ambos.
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Tiene un carácter áspero,
cuando antes era de fino temple.

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Lo es ante empresas arriesgadas.
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Su rudeza es el condimento
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que hace digerir sus palabras
con mejor apetito.

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Sí, en efecto.
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Ahora debo dejarte.
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Si deseas que hablemos,
mañana acudiré a tu casa.

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O si prefieres venir a la mía,
te esperaré.

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Iré a verte.
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Mientras, reflexiona.
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Eres noble, Bruto.
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Pero veo que tu honrado metal
puede forjarse.

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Las almas nobles deben asociarse
siempre con sus semejantes.

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Pero, ¿quién es tan firme
como para no dejarse seducir?

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César apenas me tolera,
pero quiere a Bruto.

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Si yo fuera Bruto,
y Bruto Casio,

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él no me influiría.
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De noche introduciré
en su casa escritos

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que parezcan venir
de varios ciudadanos

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expresando la alta opinión
que se tiene de él.

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En ellos se aludirá
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a la ambición de César.
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Si César piensa en afirmar su poder,
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le derrocaremos
o sufriremos días peores.


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