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Buenas noches, Casca.
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Pareces sin aliento y espantado.
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¿No te conmueves
cuando se estremece la tierra?
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Cicerón, vi tempestades
que arrancaban encinas.
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Y he contemplado el océano
alzarse contra las nubes.
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Pero nunca presencié
una tempestad que siembre fuego.
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En el cielo se libra una batalla
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o el mundo está provocando
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a los mismos dioses.
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?Has visto algo más asombroso?
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Un esclavo levantó su mano izquierda,
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de ella brotaron llamas
y ardió cual veinte antorchas juntas.
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Un corro de cien mujeres
demudadas por el terror,
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juraban haber visto
hombres envueltos en llamas.
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Ayer el ave de las tinieblas
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se posó a mediodía en el mercado,
graznando y chillando.
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Cuando tales prodigios ocurren
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no podemos decir
que son fenómenos naturales.
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En mi opinión,
son presagios siniestros.
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¿Irá mañana César al Capitolio?
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Sí, pues encargó a Antonio
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que lo hiciese saber.
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Buenas noches, Casca.
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Este cielo no invita a pasear.
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Vete en paz, Cicerón.