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No llego a calcular por las estrellas
cuándo amanecerá.
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¡Lucio!
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¡Despierta! ¡Lucio!
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Ojalá pudiera yo
dormir tan profundamente.
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¿Llamaba, señor?
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Lleva una vela a mi estudio
y avísame cuando esté encendida.
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Sí, señor.
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El mal debe remediarse
con su muerte.
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Lo único que me impulsa a hacerlo
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es el bien público.
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Quiere ceñir la corona.
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¿Modificará su naturaleza?
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Porque es el fulgor del día
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lo que hace salir a la víbora.
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¿Coronarle?
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De eso se trata.
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Y así le estaremos dando un aguijón
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con el que podrá dañarnos.
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Se abusa de la grandeza
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cuando se separa
la clemencia del poder.
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Es verdad que las pasiones de César
nunca dominaron más que su razón.
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Pero a veces la humildad sirve
de escalera a la naciente ambición,
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desde la cual
vuelve el rostro el trepador.
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Una vez en lo más alto,