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Así que el imperio comete errores.
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¿ Y quizá el emperador
mismo comete errores?
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César,
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soy yo quien está siendo juzgado, no tú.
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¿Qué tienes en las manos?
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Su túnica. La llevó hasta la cruz.
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Déjame verla.
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No. Lo recuerdo.
Está embrujada.
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- No, césar.
- Tú, cógela.
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- Destrúyela.
- César, ¿puedo quedármela yo?
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Y además, brujería.
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¿Creías que te iba a proteger aquí?
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- No.
- Dime, tribuno.
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¿Esperas que creamos las historias
de que Jesús podía sanar con sus manos,
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hacer que los cojos caminasen
y los ciegos volviesen a ver?
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No importa que las creas o no, césar.
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Lo único que importa es que no hay
historias de que haya dejado ciego a nadie,
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ni de que haya dejado a nadie cojo,
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o haya levantado la mano,
si no era para sanar.
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César, si hubieras tenido la oportunidad
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de hablar con quienes lo conocieron,
y saber qué guardaba en su corazón...
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Basta.
¿lntentas convertirme a tu traición?
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Sólo quiero darte una oportunidad.
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Si el imperio desea la paz
y la hermandad entre los hombres,
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entonces mi rey estará de parte
de Roma y su emperador.
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Pero si el imperio y su emperador siguen
el camino de la agresión y la esclavitud
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que han traído la agonía
y la desesperación al mundo,
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si no quedan más que cadenas y hambre,
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mi rey vendrá para enderezar
esas injusticias.
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No mañana, césar. Quizá no seas
testigo de la llegada de su reino.
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Pero vendrá.
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Ya le habéis oído.
Él mismo se ha condenado
con sus palabras.