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Nathan, cariño, ¿por qué no nos casamos
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y yo me ocupo de todo lo demás?
¿Quieres?
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Sí. Cuando estemos preparados.
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Nathan, ya estamos preparados.
Lo hemos estado durante 14 años.
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Sólo necesitamos una licencia
y un análisis de sangre.
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- ¿Un análisis de sangre?
- No te preocupes, Nathan. Tienes sangre.
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¡Qué ciudad! Primero me cierran el juego
de craps y ahora me abren las venas.
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Nathan, dejaste el juego de craps.
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Claro que sí, muñeca. ¿ Y sabes
por qué? Por ti, porque te quiero.
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¿Me dejas unos pendientes?
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Es costumbre, Laverne, llamar
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cuando se entra en el camerino
de una mujer prometida.
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Por lo que a mí respecta,
estás aquí tú sola.
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- ¿Me dejas unos pendientes?
- ¿Diamantes o perlas?
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- Diamantes.
- En el cajón de arriba del baúl. En la caja.
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¿No son un poco largos?
Recuerda que tienes el cuello corto.
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El es un hombre alto.
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¡Tú! Tenía una cita con
Max Sociedad mañana por la noche,
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y la cancela por culpa
de tu estúpido juego de craps.
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Adelaide, mírame. Estoy de rodillas.
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Oh, levántate.
Me recuerda a tu juego de craps.
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¡Adelaide, muñeca!
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Te enfadas por una tontería.
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Estaba organizado desde hace mucho.
No podía echarme atrás.
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¿Lo entiendes?
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Mira, nos queremos. Nos vamos a casar.
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Seremos felices.
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Sal de mi vida, Nathan Detroit.