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Yo lo defraudé.
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Cuando llamó aquella noche...
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no entendí lo que...
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Pero una cosa estaba clara.
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Skipper tenía miedo.
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Miedo...
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por lo que había sucedido ese día
en el campo de juego.
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De que lo culpara.
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Miedo de que lo abandonara.
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¡Skipper asustado! No podía creerlo.
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Tenía verdadero miedo en sus adentros...
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y se rompió como un palo podrido.
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Se echó a llorar:
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"Te necesito".
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"Ayúdame", decía fuera de sí.
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¿ Yo, ayudarle a él?
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¿Cómo puede un náufrago...
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ayudar a otro náufrago?
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Y por eso le colgaste.
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Y aquel teléfono...
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empezó a sonar de nuevo.
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Sonaba y sonaba y no dejaba de sonar.
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Y yo tumbado en aquella cama de hospital,
sin poder moverme o huir de aquel sonido.
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Sonaba cada vez más fuerte.
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Y aquel sonido era
como la voz de Skipper pidiendo ayuda.
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Pero no pude cogerlo.
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¿ Y fue entonces cuando se suicidó?
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Sí.
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Porque lo había defraudado.
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Ese asco de la mendacidad
es en realidad asco de mí mismo.
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Cuando oigo ese clic,
dejo de oír el sonido de ese teléfono.