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para traer su obra evangelizadora
a Zenith, capital del Medio Oeste".
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"Respondan con un telegrama.
George F. Babbitt, secretario
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de la Cámara de Comercio,
presidente del Consejo de Cultos".
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Zenith.
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- No estamos listos.
- El Sr. Babbitt piensa que sí.
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Yo lo sé. Zenith.
Luego Chicago, Nueva York, Londres.
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Directos a la cima en el Expreso Falconer.
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- ¿En una carpa? Se reirán.
- De Shara no.
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Eso es palabrería.
¿Qué sabe de nuestra obra?
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La evangelización es rural.
Surgió en las fronteras.
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- Allí son más cínicos...
- También cometen más pecados.
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Están más solos, más infelices...
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Y la necesitan más.
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- Me opongo.
- Amigo, es usted un viejo amargado.
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- Es un pasaporte a la Tierra Prometida.
- Yo no soy su amigo.
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La ha engañado a ella,
pero a mí me da asco.
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Es usted un fanfarrón grosero y vulgar,
con un vocabulario digno de un gañán.
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Grosero.
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Vulgar.
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¿Un fanfarrón? ¿Sabe una cosa?
Tiene razón. Veámoslo de este modo.
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Usted es un libro de cinco dólares.
Yo, un periodicucho de dos centavos.
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Es usted demasiado para el pueblo.
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Yo soy el pueblo.
Claro que soy ordinario, como la mayoría.
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Para la gente corriente,
el cristianismo es lo primero.
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¿Tú qué dices?
¿Quieres ir a Zenith? ¿Ahora?
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Me pregunto qué querrá Dios.
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De acuerdo.
Tal vez estés lista para ir a Zenith.
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- Gracias. Dame un minuto.
- Píenselo, Sharon.
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Creo que debería responderle
usted al Sr. Babbitt.
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Dígale que estamos listos y que hay que
hacerlo rápido. Pero no sea tan grosero.
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No. Usaré una de mis dulces
palabras de cinco dólares.