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Las monjas no ten enseñan
cómo de verdad pasan las cosas.
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¿Por qué?
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Michele dice que no tengo que ir
a un colegio de monjas.
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Las escuelas son del estado, ¿no?
Las escuelas públicas.
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Va al San Damián, el mejor instituto
de Roma, el más caro.
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En Italia hay que tener dinero
para conseguir todas las facilidades.
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- Rosa.
- Rosita.
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¿Qué le has metido en la cabeza?
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Lo siento. Me gusta decir siempre
lo que pienso.
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¿No vas nunca a la iglesia?
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¿Yo?
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¿Sabe que hace 3 ó 4 años
quería ser sacerdote?
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- ¿De verdad querías meterte a cura?
- De verdad.
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¿Y por qué no lo hiciste?
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Me di cuenta de que no tenía vocación,
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que la había perdido.
Por eso no me hice sacerdote.
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Rosita...
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- No quiero ir.
- No te enfades.
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Rosita no se enfada nunca.
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Es una santa.
No sé cómo tengo una hija así.
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No diga eso.
Es usted mejor de lo cree.
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- ¿Qué soy yo?
- Una negociante.
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Una negociante
que no le gusta negociar.
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¿Por qué no me gusta negociar?
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- Le gustaría seguir como vivía aquí.
- ¿Cómo?
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Como una campesina.
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Creía que era un cumplido.
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- Hoy en día es un cumplido.
- No te entiendo.
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Hoy, los ignorantes son los que viven
en la ciudad. Son unos incultos.
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Cuando acabe la guerra, sólo podrán
volver a empezar los campesinos.
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¿Por qué?
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Son los únicos que pueden construir
cualquier cosa de nuevo.
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Y los otros se las arreglarán
como puedan.
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Creo que te equivocas.
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Los campesinos seguirán
siempre igual.
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Yo tengo un poco de dinero,
porque soy como los demás.
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No me fío de nadie.
Mira, un trébol de 4 hojas.
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Da buena suerte, toma.
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No sabes lo que daría por estar
en Roma en este momento.