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oro y diamantes.
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No quiero ni oro ni diamantes.
Soy una chica decente.
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Higgins, debo intervenir.
La Sra. Pearce tiene razón.
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Si esta chica se pone
en sus manos durante seis meses...
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para un experimento pedagógico,
debe entender bien qué está haciendo.
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Se quedará aquí los próximos seis meses...
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aprendiendo a hablar de maravilla,
como una dama de una floristería.
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Si es buena y hace lo que se le dice,
dormirá en una habitación decente,
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tendrá toda la comida que quiera
y dinero para bombones y taxis.
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Pero si es traviesa y vaga,
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dormirá en la cocina
rodeada de cucarachas...
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y la Sra. Pearce le sacudirá
con el palo de la escoba.
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Dentro de seis meses,
la llevaremos al Palacio de Buckingham...
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en un carruaje, elegantemente vestida.
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Si el rey descubre que no es una dama,
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la policía la conducirá a la Torre
de Londres y le cortarán la cabeza...
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para que sirva de ejemplo
a otras floristas presuntuosas.
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Pero si no es descubierta,
obtendrá como regalo...
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siete chelines y seis peniques
y trabajará en una floristería.
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¡Si rechaza esta oferta...
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es de lo más desagradecida y malévola...
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y los ángeles llorarán por usted!
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¿Satisfecho, Pickering?
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No entiendo qué está diciendo.
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¿Cree que puede decirse más claro,
Sra. Pearce?
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Venga conmigo.
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Eso es. Al baño inmediatamente.
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¡Un abusón, eso es usted, un abusón!
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¡No me quedaré si no me gusta!
¡No dejaré que nadie me pegue!
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No le conteste, muchacha.
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Siempre he sido una buena chica.
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En seis meses, en tres,
si tiene buen oído y lengua rápida...
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la llevaré donde sea
y la haré pasar por quien sea.
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Haré una reina de esa bárbara desdichada.