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Bueno, estuve,...
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quería dejarla volar por libre, pero
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no me atrevía. Me daba
miedo que se escapara.
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Estuve así durante
cuatro o cinco días.
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Y yo seguía diciéndome,
"Que vuele al día siguiente".
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Bueno, me enfadé conmigo mismo y dije,
"Vale, lo dejaré volar libre mañana".
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Bueno, esa noche -era
un viernes por la noche-
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No le alimenté, para que estuviera
avizor la mañana siguiente.
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Y me acosté esa noche, un viernes,
y no pude dormir ni una hora.
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Tenía miedo por el pájaro,
que se escapara o algo así.
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Bueno, cuando llegó la mañana,
seguía repitiéndome,
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"Si se escapa, se escapa,
y no tendrá remedio".
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Así que le quité el capuchón
y la dejé posarse en el poste.
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No había nada que la retuviera. Podía
irse. Sólo llevaba puestas las pihuelas.
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Yo pensaba, "Tiene que escaparse.
Está obligada a escaparse".
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Pero no lo hizo. Se quedó allí
quieta. Yo estaba aterrorizado.
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Se quedó allí quieto, y yo me alejé por
el campo, y él estuvo mirando alrededor,
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Y cuando estaba a unas 70
yardas de él, en medio del campo,
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Lo llamé.
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"Kes. Kes. Vamos, Kes. Vamos, venga. "
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No pasó nada. Así que pensé,
"será mejor que vuelva y la recoja".
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Entonces, mientras volvía, lo vi
volar. ¡Vino como un torpedo!
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Casi a una yarda del
suelo, como un relámpago,
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la cabeza quieta, no se oían sus alas.
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No había ni un sonido de sus alas.
Y directo al guante ¡Bam!
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Y se agarró a mí por la carne.
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Estaba contento conmigo mismo,
y no sabía qué hacer.
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Así que pensé que sería mejor hacerlo
de nuevo, para probar que no fue suerte.
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Así que lo devolví al poste,
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Y fui hasta en medio del campo,
y la volví a llamar.
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Y vino igual de bien que la primera vez,
directo al guante, agarrándose por la carne.
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Bueno, eso fue todo, señor. La entrené,
señor, y eso fue todo lo que pude hacer.
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Creo que has hecho bastante.
Bien hecho, Billy. Un fuerte aplauso.