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Había una mujer aquí. Era nuestra empleada.
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Esto ilustra bien
las dificultades del negocio.
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Ella nunca entraba a la planta,
nunca salía de esta oficina.
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Desde aquí no se ve nada de la planta.
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Están los camiones.
Pero uno no ve mucho, ¿cierto?
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Y ella no veía nada.
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Pero renunció. Dejó su empleo...
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porque la perturbaba.
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Lo que hacíamos perturbaba su mente.
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Y ella nunca vio ni olió nada.
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Algo que a mí me molestaba mucho...
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y que realmente me entristecía...
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era saber que los animales...
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eran tratados de una manera
tan violenta después de muertos...
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en esta compañía de reciclaje...
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donde los descuartizaban...
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para aprovechar cada pedazo
de sus cuerpos de una forma u otra.
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Pero el olor y todo eso
era tan repugnante...
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que nos sentábamos a la mesa
a la hora de cenar...
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y lo único que llegaba a nuestras narices...
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no era el aroma de ese buen trozo
de carne que íbamos a comer...
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o de las verduras...
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o del postre sabroso
que estaba sobre la mesa.
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Sino que antes, uno debía tomar
un sorbo de vino.
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Era la única manera de sacarse
de la nariz el olor del reciclaje.
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¿Conocen el casino que está aquí cerca?
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Una vez se les murió un elefante.
No sabían qué demonios hacer con él.
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Lo recogimos. Y alguien corrió la voz...
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"Fue a parar a la compañía de reciclaje. "
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Recibimos tantas llamadas...
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que tuvimos que decir
que no teníamos el animal aquí.