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He contestado al nombre de Benedicto,
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pero he oído la mala noticia
con los oídos de Claudio.
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Es bien cierto.
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¡El príncipe la corteja para sí!
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La amistad es en todo constante,
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salvo en el oficio y los negocios del amor.
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Eso se puede demostrar en cualquier
momento y nunca lo he dudado.
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¡Adiós pues, Hero!
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Conde Claudio. Venid conmigo.
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- ¿Adónde?
- A un asunto vuestro.
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- El príncipe ha conquistado a Hero.
- Que sea feliz con ella.
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¿Creéis al príncipe
capaz de haceros eso?
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- Dejadme en paz.
- ¡Pobre animalillo herido!
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¡Pero que mi señora Beatriz
me conozca y no me conozca!
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¿El bufón del príncipe?
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Yo no tengo esa reputación.
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Es la perversa,
la amarga actitud de Beatriz
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la que mide al mundo según su persona
y me cree tan mala fama.
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Pues me vengaré como pueda.
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Señor, ¿dónde está el conde?
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Me lo encontré aquí y estaba muy triste.
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Le dije, y creo que estaba en lo cierto,
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que su gracia había obtenido
el favor de esta joven dama.
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La señora Beatriz ha reñido con vos.
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El caballero que bailaba con ella
le dijo que la habíais ofendido.
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¡Ella es la que me trata de la manera
más tosca posible!
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Me dijo, sin sospechar que era yo,
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que era el juglar del príncipe,
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que era más aburrido que un deshielo,
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acumulando burla tras burla sobre mí
con tanta malicia
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que me quedé como si fuera el blanco
al que dispara un ejército.