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Vuestros suspiros convertid
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En cantos de alegría
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A fe mía que es una bonita canción.
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- Y yo un mal cantante, señor.
- A fe mía que lo hacéis bien.
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De ser un perro el que así ladrara,
le habrían colgado.
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Venid acá, Leonato.
¿Qué es lo que me habéis dicho hoy?
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¿Que vuestra sobrina Beatriz
está enamorada del Sr. Benedicto?
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Jamás pensé que esa dama
llegara a amar a hombre alguno.
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Ni yo, pero lo extraordinario
es que se fijara en el Sr. Benedicto,
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a quien, a juzgar por las apariencias,
siempre ha detestado.
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¿Sería eso posible?
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Puede que esté fingiendo.
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A fe que no sería extraño.
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¡Dios mío! ¿Fingiendo?
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Jamás una pasión fingida
estuvo tan cerca de una real
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como la que ella presenta.
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Vaya...
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¿Y cuáles son los efectos que presenta?
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Cebad bien el anzuelo. El pez picará.
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¿Qué efectos, mi señor?
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- Mi hija ya se lo ha contado.
- Y tanto que sí.
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¿Cómo?
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¡Eso es increíble!
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Juraría que es una burla si no fuera
por el anciano de barba canosa.
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- ¿Le ha declarado su pasión?
- No, y jura que nunca lo hará.
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Ese será su tormento.
Por las noches se levanta 20 veces
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y se sienta a escribir un pliego de papel.