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Una vez que el niño fue entregado
a Ludwig, en cuerpo y alma...
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el genio sordo
comenzó seriamente...
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Io que sería
su intento más trágico:
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Convertir a su pupilo
en un gran virtuoso.
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Durante cinco largos años,
éste fue su objetivo.
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Y en esos cinco años,
Ludwig no escribió nada.
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Ni el oratorio
que le prometió a Metternich.
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Ni la misa que le prometió a
la Sociedad Filarmónica de Londres.
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Ni la gran sinfonía
de la que hablaba sin cesar.
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Nada.
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En Viena, pensaban que estaba
acabado, sordo, olvidado.
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Rossini había representado
La Urraca Ladrona...
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y la ópera italiana hacía furor.
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Ya nadie ejecutaba
la música de Beethoven.
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Es tarde.
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Lo siento, señor.
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Es asqueroso.
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¿Por qué me desobedece?
Sabe que mis intestinos están mal.
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¡Está tratando de envenenarme!