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...el banco.
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Ahí nadie podía entrar.
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Ni siquiera yo, pero mi trabajo
consistía en llenarlo de dinero.
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Había tanto que se podría fabricar
una casa con billetes de $100.
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Y lo mejor era que la Junta
de Directores no sabía lo que pasaba.
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Para ellos, todo parecía legítimo,
¿verdad?
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Mentira.
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Los muchachos del banco...
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...estaban allí para que
se robaran lo que pudieran.
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Contaban de menos,
perdían recibos.
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Hasta sacaban plata de las cajas.
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De este tipo, parado frente
a $2 millones, dependía...
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...que nadie se enterara de los robos,
ni Hacienda, ni nadie.
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Vean cómo nadie se fija en nada.
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Todos apartan la vista.
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Mírenlos.
Parecen muy ocupados.
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Están contando.
¿Quién los va a molestar?
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¡Dios libre que se equivocaran
y dejaran de robar!
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Mientras tanto,
uno entra y sale enseguida.
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Pasando al guardia
que recibe $100 extra a la semana.
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Digo, es cosa de rutina,
lo de siempre.
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Entran, salen, saludan y adiós.
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Eso es todo.
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Otro gordo cabrón que sale
del casino con un maletín.
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Ese maletín iba derechito
a un solo lugar.
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A Kansas City...
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...la ciudad más cercana
donde podían ir sin que los arrestaran.
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A los jefes sólo les interesaba
ese maletín...
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...y esperaban recibirlo
todos los meses.