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Esto es Avalon, donde descansan
los restos del rey Arturo.
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Estaba predicho.
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Por fin te hallé, fiero rey Arturo.
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El valor.
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La virtud.
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La verdad.
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Oh, sí...
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...la verdad.
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Estoy listo, Kara.
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¿Y tú, Bowen?
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Estamos en Avalon, donde estaba
la Tabla Redonda. Es un presagio.
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Los presagios no ganan
las batallas. Ni tú tampoco.
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Lo verás cuando trates de formar
tu ejército.
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Ya sabes qué valiente
son tus vecinos.
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No tienen miedo de lanzarle
verduras a una mujer.
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En algún sitio hay que empezar.
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Deséanos suerte, Draco.
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Hace mucho, cuando el hombre era
joven y el dragón ya era anciano...
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...el más sabio de nosotros
se apiadó.
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Convocó a los demás dragones...
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...y los hizo jurar
que protegerían al hombre.
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Cuando murió, la noche se iluminó
con la luz de esas estrellas.
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Así se creó el cielo
de los dragones.
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Sin embargo, no todos los dragones
podemos entrar a ese cielo.
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No, hay que merecerlo.
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De lo contrario, nuestro espíritu
desaparece sin dejar rastro.
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Por eso socorrí a un muchacho
moribundo. Para así...
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...juntar al hombre y al dragón...
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...y merecerme un puesto
entre mis hermanos, en el cielo.