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- Bueno, no en la misma Bora Bora...
- ¿Y las costas de Trípoli?
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¿Dije "Trípoli"? Quería decir
"Los salones de Montezuma".
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¡Lo dijiste!
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- ¡Qué mendacidad!
- ¡Falso!
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¡Esperad! Si él dice que ha visto mundo,
ha visto mundo.
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¿Verdad, Ciempiés?
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- ¿A que sí?
- Bueno...
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Estuve viviendo entre dos páginas
del "National Geographic".
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Una revista muy ilustrativa.
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Buenas fotos.
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Tú... ¡Incompetente!
¡Absurdo, necio!
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¡Muy bien, Zancos!
¡Tú lo has querido!
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¡Pelea! ¡Pelea!
¡A ver cómo pegas!
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¡Menudo golpe!
¿Habéis visto qué me ha hecho?
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¡Te está bien empleado!
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¿Y qué hacemos ahora?
¿Hacia dónde vamos?
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Basta con determinar
las coordenadas...
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y mediante triangulación,
trazar la ruta a Nueva York.
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- ¿Podríamos?
- ¡No seas ridículo!
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¡Es totalmente imposible!
No tenemos brújula.
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No llegaremos a Nueva York.
Nos quedaremos aquí para siempre.
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Nos congelaremos
como estatuas vivientes.
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"Muertas", más que vivientes.
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No habrá escondrijos oscuros.
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Ni cómodas hojas en el parque.
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Ni ciudad donde los sueños
se hacen realidad.
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¿Los barcos no tienen brújula?
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Sin duda. Pero meterse en esas gélidas
aguas significaría la muerte segura.
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Sólo un chiflado lo haría.
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¡Jerónimo!
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- ¿Qué ha sido eso?
- El ciempiés ha saltado.
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¡Cielo santo!
¡Ha cometido un "bichicidio"!
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¡Yo soy el responsable de esto!
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Vamos, yo ayudé también.
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- ¡Tengo que ir tras él!
- ¡Ni se te ocurra! ¡Morirías de frío!
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¡Pero es mi amigo!
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Tiene razón.
El ciempiés es de los nuestros.
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Súbete en mí.
Me voy contigo.
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- ¡Cuida bien del muchacho!
- Te lo prometo.