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Tengo que irme.
Estoy ocupado, está bien?
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Era 1981 ,
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y yo me había encerrado
en un hotel de Nueva York, el Fénix.
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Aterrorizado ante todo,
avergonzado de mi vida.
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Hasta que, finalmente, me di cuenta
de que mi salvación quizá estaba
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en registrar mi desperdicio de vida.
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Quizá serviría
como un cuento con moraleja
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Tal vez me ayudaría
a entender el porqué.
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Cuando tenía 11 años, tuve una aventura
con la amiga de mi hermana, Tuvia.
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Me dejó un recuerdo imborrable.
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- Qué?
- Tuvia.
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- Qué?
- Me lo quieres chupar?
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Por qué tendría que hacerlo?
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Porque sabe a fresa.
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Mi hermana me dice
que te gustan las fresas.
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Odio las fresas.
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En serio, sabe a una chupeta de fresa.
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- Sé que no es verdad.
- Te apuesto que sí.
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Te apuesto que no.
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Te apuesto un dólar.
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Tuvia,
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mi primer amor.
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Quizá mi vida entera
cambió en ese momento.
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Lo repulsivo de mi sexo
confirmado por el paladar
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de una chica en plena pubertad.
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Me hallé en un espiral
decadente de libertinaje.
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Una búsqueda incansable de conchas.
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Mi único objetivo en la vida
era el sexo, que me lo chuparán.
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Trataba de creer que,
con la perfecta combinación
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de circunstancias y decepción,
todas las Tuvias del mundo,