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le pregunté si era
Arnold Friedman, dijo que sí.
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Dije: "Tengo un paquete para Ud.
Firme aquí". Y lo hizo.
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Volvimos una hora después.
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Le dejamos un rato
con su revista.
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Ahora llevaba una chaqueta azul
sobre el uniforme de cartero.
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Le dije: "Orden de registro
por pornografía infantil".
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Y dice: "Aquí no hay
nada de eso".
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Y yo: "¿No me reconoce?
Estuve aquí hace una hora".
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Dice: "No". Así que me quité
la chaqueta y dije:
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"¿Ahora me reconoce?"
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"Ah, sí, bueno...
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"La revista está arriba".
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Subimos al dormitorio.
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En un cajón de la cómoda
estaba la revista abierta.
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Creyó que la cogeríamos
y nos iríamos.
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Y yo dije: "No.
Tengo orden de registro.
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"Buscaremos pornografía infantil
por toda la casa".
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Entonces apareció su mujer.
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Creí que buscaban
marihuana o algo así.
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A decir verdad, no sabía
qué estaban buscando.
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Pensé que era un gran error.
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Lo primero fue ir a su despacho.
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Recuerdo que cuando
iba a abrir un cajón,
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el Sr. Friedman corrió y dijo:
"Espere. Yo se lo doy".
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Y ahí había... dijo:
"Tome, esto es todo".
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Era un paquete de Holanda que
contenía pornografía infantil.
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El dijo: "Eso es todo.
No hay más".
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Yo contesté: "Muy bien,
pero igualmente buscaremos".
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Y él dijo: "No entiendo
por qué no se va...
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"si le digo que esto es todo".
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"Porque no le creo".
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Claro, no es algo que dejara
encima de la mesa de la cocina.
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No se sentía orgulloso de eso.
Lo escondía.
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Tenía su despacho abajo.
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No era como aquí.
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Tenía que bajar y doblar la
esquina para ir a su despacho.