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Arabia...
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Solías vestirme
como un jeque
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y agitabas
tu cimitarra de madera.
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Fuiste el único
que nunca me dejó ganar.
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El único que ha sido
en todo momento sincero conmigo.
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Tú me salvaste de mí mismo.
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Por favor, no me abandones,
Hefestión.
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Mi Alejandro.
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Recuerdo al joven
que quería ser Aquiles
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y que luego le sobrepasó.
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Y tú, Patroclo...
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¿Y qué ocurrió después?
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El nuestro es un mito
en el que sólo creen los jóvenes.
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Pero qué hermoso mito era.
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Ascendemos... y caemos.
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¡Ah, Hefestión!
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Me preocupo por ti sin mí.
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No soy nada sin ti.
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¡Vamos, lucha, Hefestión!
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¡Moriremos juntos!
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Es nuestro destino.
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Tendremos hijos
con nuestras esposas,
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y nuestros hijos jugarán juntos
como hacíamos nosotros.
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Fletaremos mil navíos
desde aquí, Hefestión.
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Rodearemos Arabia,
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y subiremos navegando
por el Golfo hasta Egipto.
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Desde allí construiremos un canal
a través del desierto,
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hasta el Mar Mediano.
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Y seguiremos hasta Cartago.
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Y a esa gran isla, Sicilia,
y nos pagarán un gran tributo.
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Y después, la tribu romana.
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¡Buenos combatientes!
Les venceremos
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y luego exploraremos
los bosques del norte,