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Tengo sed.
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Muchos de nosotros, los que no
soportaron la vida en el río
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y volvieron a Salónica,
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vuelven a irse:
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a América, a Australia,
a Atenas.
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Este sitio nos mata.
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Debimos irnos también nosotros
en 1922,
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cuando llegaron
los campesinos de Asia Menor.
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Tu hermano Spiros no quería
ni oír hablar de ello.
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Danái.
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La pequeña delira.
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-Si Spiros lo supiera, la mataría.
-Haría mal.
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Ella no es de nuestra sangre.
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-¿Has hablado con tu hijo?
-Tiene miedo.
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Claro,
después de la que ha armado...
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¿No podías haberlo impedido?
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Me di cuenta
cuando ya era tarde.
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Menos mal que se me ocurrió
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lo de su enfermedad
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y he conseguido llevarla
a Salónica, con mi hermana.
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Al final encontramos
una buena mujer.
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Su marido es comerciante,
no tienen hijos.
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Gracias a Dios los gemelos
han acabado en buenas manos.
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Spiros.
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Tu hijo está con su padre,
como si no hubiera pasado nada.