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con técnicas
y materiales cinematográficos.
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El sonido sordo de la roca que cae
se añade después evidentemente.
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Nuestras recreaciones causaron furor
entre los turistas,
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quienes las fotografiaban
más que a las originales.
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Nos hacía mucha gracia.
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Debo decir en favor suyo
que incluso a nosotros nos costaba
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distinguir la buena de la imitación.
Me pasaba horas dando golpecitos
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con los dedos sobre las distintas
estatuas y bajorrelieves para ver
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cuáles sonaban huecas y cuáles
llevaban allí nueve siglos.
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Esta estatua que estamos
a punto de romper
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es evidentemente
un molde de cemento.
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La muralla sobre la que trabajan
estos saqueadores
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es una réplica en escayola,
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pero la que sale
en primeros planos era real.
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Aquí volvemos al auténtico
templo de Prea Kahn,
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con figurantes que hice traer
de muy lejos porque me molesta
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sobremanera ver siempre en las
superproducciones de Hollywood
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a multitudes de época constituidas
por figurantes gordos,
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de dientes relucientes,
pelito limpio y bien nutridos
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que parecen salidos
del MacDonnald's de la esquina.
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Para la caravana de porteadores,
contraté a figurantes
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de una región de difícil acceso
de Camboya, llamada Mondolkiri,
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al este del país,
sobre la frontera vietnamita.
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Son auténticos montañeses
que se llaman phnongs.
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Son animistas,
viven de forma tradicional
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y no hablan jemer,
la lengua de Camboya.
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Su silueta, su vestimenta
y su comportamiento
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son tal y como reflejan
fotografías de la época
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que desataron mi imaginación.
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La secuencia de la caza
y posterior captura
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se rodó en los verdaderos decorados
de Prea Kanh para los exteriores
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y en Bangkok para los interiores
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e incluso con raccords
rodados en Arpajon.
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Por el contrario, ahí estamos
en otro templo muy bonito
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que se llama Beng Meleia.
Hubo que desactivar las minas