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El tigre ha vuelto solo a la jaula
porque conoce el itinerario
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y la expresión es natural.
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Aquí jugamos con lo que
se denomina "el efecto Kulechov",
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es decir, el efecto del contexto
o del contraplano.
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El espectador proyecta
su propia emoción
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y comprende la expresión del tigre
por el propio abatimiento
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que él mismo,
el espectador, siente.
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Así, lo que importa no es tanto
quién mira, sino qué mira.
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Volvemos a Kompong Chnang,
a orillas del río Mekong,
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en temporada de bajo caudal.
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Al fondo se ven casas muy típicas,
construidas sobre pilotes.
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En la estación lluviosa,
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el agua alcanza el nivel del suelo
de las viviendas,
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parecería que las viviendas
van sobre plataformas flotantes,
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como barquitas ancladas
a las orillas de ese río inmenso
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que se pierde en el horizonte.
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En relación con esta escena
les recuerdo que
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en la época en que se sitúa
el filme, no hace mucho,
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el hombre veía al animal
como una presa de caza,
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un objeto del que disponer
a su antojo.
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El hombre consideraba al mundo
una fuente inagotable
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puesta a su libre disposición.
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Lo que hoy parece inimaginable
era entonces la norma.
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La vida de un tigre de circo
no tenía más valor
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que la de un pollo de granja
actualmente.
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De vuelta al interior del palacio
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del parque de Muang Boran,
cerca de Bangkok,
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con la deliciosa Stéphanie Lagarde.
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La joyería para animales es algo más
habitual de lo que se cree.
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Basta con ver mosaicos antiguos,
tapices de la Edad Media
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y grabados para fijarse
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que la mayoría de los animales
de compañía de entonces,
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ciervos, leopardos,
caballos o camellos,