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por los actores, ni por quien paga
ni por su equipo,
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por muy numeroso que sea,
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ni por supuesto por la técnica,
que es una herramienta.
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Hay que aprender
a servirse de ella.
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Uno se da cuenta de que
cuanto más sofisticada
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más facilita el trabajo,
y más se pone al servicio
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de la creación y de la fantasía.
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Esta senda entre la vegetación
se trazó en el siglo Xll.
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Es una de las cuatro rutas
que lleva a Angkor Thom,
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la capital del imperio jemer.
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Se adentran en la jungla cientos
de kilómetros en línea recta,
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hacia los cuatro puntos cardinales
y lo más recóndito del imperio.
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Al lado del camino,
vemos a la derecha
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una de las cuatro puertas
monumentales
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que horadan las murallas
de la antigua ciudad.
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Hasta hace poco, la región estaba
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"infestada de tigres",
como dicen los textos de la época.
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En los años 30, al construirse
la primera carretera
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entre Saigón y Angkor,
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los folletos publicitarios
alababan la región diciendo:
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"Mientras la señora visita templos,
el señor puede abatir su tigre".
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La escena del reconocimiento
se rodó más tarde,
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en un rincón de la selva recreado
cerca de la vía férrea a Arpajon.
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Se separó a los tigres
empleando la misma técnica,
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durante varias semanas,
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así interpretan el reencuentro
con naturalidad,
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como siempre,
con reconocimiento visual,
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luego confirmación olfativa
y lameteos gustativos.
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Como señalan los etnólogos,
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ese intercambio de olores y sabores
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marca el origen del beso humano.
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Terminamos el filme en
mi enclave preferido de Camboya,
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este río esculpido y mágico
de Kbal Spean,
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con magníficas piedras, algunas
de ellas sustraídas tras el rodaje.