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entre Saigón y Angkor,
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los folletos publicitarios
alababan la región diciendo:
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"Mientras la señora visita templos,
el señor puede abatir su tigre".
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La escena del reconocimiento
se rodó más tarde,
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en un rincón de la selva recreado
cerca de la vía férrea a Arpajon.
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Se separó a los tigres
empleando la misma técnica,
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durante varias semanas,
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así interpretan el reencuentro
con naturalidad,
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como siempre,
con reconocimiento visual,
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luego confirmación olfativa
y lameteos gustativos.
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Como señalan los etnólogos,
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ese intercambio de olores y sabores
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marca el origen del beso humano.
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Terminamos el filme en
mi enclave preferido de Camboya,
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este río esculpido y mágico
de Kbal Spean,
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con magníficas piedras, algunas
de ellas sustraídas tras el rodaje.
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Evidentemente,
el rayo que atraviesa la oreja
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así como el agujero
se crearon en posproducción.
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Fue el plano más complicado
del filme, el que más tiempo llevó
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a los artistas
del laboratorio Éclair,
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casi seis meses desde el pedido
hasta la aceptación.
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Esta tigresa, Taïga,
tenía una mirada muy profunda,
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muy serena, henchida de sabiduría.
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Se logró captar gracias
a un efecto de cámara lenta,
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a 48 imágenes por segundo.
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Eso fue al final de
la segunda semana de rodaje.
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Todavía teníamos
por delante 160 días
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Los títulos de crédito
se hicieron en Londres,
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como mis dos películas anteriores,
por Richard Morrison.