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este equipo tan formidable.
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Jean-Marie Dreujou,
director de fotografía,
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y Myriam, Eric y Patrick, quienes
han estado increíblemente atentos
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durante miles de horas
para no perderse
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ni un momento mágico de los tigres
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y poder fotografiarlos con arte.
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También quisiera citar a Jean Yves
Asselin, temible negociador,
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héroe de mis patrocinadores
y de la compañía de seguros,
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que contribuyó
a que el filme se rodara
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sin salirnos
del presupuesto inicial,
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que no es cuestión baladí.
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Hemos visto pasar
el nombre de Naoufel,
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magnífico responsable de control.
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Expatriado durante casi dos años,
se fue a Camboya para obtener
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las autorizaciones oficiales
precisas para rodar y
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reconstruir las rutas y los puentes.
Lo consiguió a tiempo
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y contribuyó a que el rodaje
fuera todo un placer.
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Es imposible terminar
estos comentarios
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sin hablar de Camboya
y de su pueblo arrasado,
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increíblemente
conmovedor y talentoso,
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y curiosamente,
de sus dirigentes desunidos
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que sin embargo,
se unieron por nosotros,
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para ayudarnos
a realizar este filme.
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Camboya, ya lo dije antes,
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que ocupa mis pensamientos
desde mi adolescencia,
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con los relatos de mi mejor amigo
de la infancia,
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que se llamaba
Samyl Sisowath Monipong,
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Su Alteza Real
Samyl Sisowath Monipong.
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También quiero agradecer
la cálida acogida
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del rey Sihanouk, Su Majestad
el rey, se dice así ¿no?
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Que nos tendió la alfombra roja
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y nos libró de la corrupción
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por la cual su reino es,
por desgracia, tristemente célebre.