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Plunkett, Sociedad Anónima.
Bienvenido a Bohemia, señor.
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-¿ Cómo está?
-Muy bien, desde mi humilde punto de vista.
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-¿ Y usted?
-Bien, gracias.
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Luce muy bien.
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Esa corbata es magnifica, Sr. Plunkett,
al igual que sus polainas.
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¡Vaya combinación!
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A mi no me gustan los sombreros hongo.
Con ellos, uno parece un sepulturero.
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Mi querido Sr. Chambers,
quiero que hablemos de hombre a hombre.
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Es como más me gusta hablar.
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Quiero discutir un asunto bastante delicado.
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No, no seamos delicados, Sr. Plunkett.
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Seamos brutos y reprobables.
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Una de las mayores falencias
de la civilización, o incluso del progreso...
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es que la gente habla
con demasiados rodeos.
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La delicadeza, como dicen los filósofos...
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es la cáscara de banana
bajo el pie de la verdad.
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Si vino a hacerme un escándalo por Gilda...
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este sombrero ya es cosa del pasado.
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Sr. Chambers,
no quiero que me malinterprete.
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No soy el esposo de la Srta. Farrell,
ni soy su novio...
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bajo ningún punto de vista.
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-Entiendo. Es su fiel amigo.
-Si. Desde hace cinco años.
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-Su guia, supongo, y su consejero.
-Si.
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-Su protector.
-Exacto.
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Es decir, Sr. Plunkett, que usted
no se anotó ningún tanto con ella.
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-Pasaré ese insulto por alto.
-Gracias. ¿ Quiere sentarse?
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Sr. Chambers, la actitud que
ha tenido con Gilda es inapropiada.
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-¿Ella se ha quejado?
-No.
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Bien. Estoy muy atareado, Sr. Plunkett.
Estoy escribiendo.
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Sr. Chambers,
sólo tengo que decirle una cosa.
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-¿ Sabe qué?
-Si.
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La inmoralidad será divertida...
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pero no tanto como para desplazar
a la virtud pura...
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ni al bienestar material.