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Tal vez te sorprenda que yo,
en mi senilidad,
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tenga la solución. Escucha.
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En realidad, yo soy
el juez Henry G. Blake,
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ejemplo de jugador,
de rata de billar, si lo prefieres.
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Sí, sigue.
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Pero para el Conde Romero soy
el honorable E. Worthington Manville,
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- un prohombre relevante.
- Sí.
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¿Hay alguna razón
para que Louie, el Orejas,
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no figure como
Embajador de Turquía?
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¿Qué?
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¿Y que el Comadreja pase
por su Excelencia
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- el Ministro de la Guerra?
- ¿El Comadreja?
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¿Y si Missouri Martin apareciera
ante mí, como una mujer de moda?
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- No me sorprendería nada.
- Pues a mí, sí.
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¿Y todas las chicas de su club?
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Ahí tenemos dos docenas
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de las más refinadas debutantes
de la cuidad.
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Se ha vuelto loco.
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En cuanto abrieran la boca
se descubriría el pastel.
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Esa es la idea.
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No abrirán la boca,
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excepto para saludar
con cuatro frases
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que yo pueda redactarles.
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Juez, tienes razón.
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Claro, ¿por qué no?
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Les diré que si abren el pico
más de la cuenta, se van a acordar.
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¿Dónde está...?
¿Dónde está mi agenda?
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Bien, yo me voy.
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Cuando Louie, el Orejas, se convierta
en Embajador de Turquía
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quiero estar lejos.
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Me voy a alternar
con gente cuerda.
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Debe de estar toda
en el manicomio.
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Juez, échame una mano.
Coge ese teléfono.
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Mira a ver quién hay en el Ball
ya sabes el número.
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Buena idea, juez, muy buena.
:59:36
Casaremos a la hija de Annie,
o si no, tiro la toalla.
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Hola, amigo mío.
:59:42
¿Sería tan amable de conectarme
con Harry, el Caballo?
:59:45
Hola, Munch...
:59:48
¿QUÉ HACE EL DEPARTAMENTO
DE POLICÍA?
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- Sí.
- El Capitán Moore quiere verle.
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- Dile que pase.
- Sí, señor.
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¿Y bien?