:45:01
...después de presentarle
al resto de la familia.
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Le presento a la Sra. Acuña
y a mis hijas Cecy y Lita.
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El Sr. Robert Davis.
No puede quedarse mucho rato.
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Siéntese, Sr. Davis.
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Leí por casualidad una de sus
preciosas tarjetas que envió a María.
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Es una pena que un hombre con tanto
talento esté sin trabajo, Eduardo.
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¿No se lo ha dicho
el Sr. Acuña?
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Mañana empiezo a bailar
en la Sala Sky.
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- ¿Verdad, Sr. Acuña?
- La fecha estaba abierta.
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- Pero quería decir mañana, ¿no?
- Oh, claro que si.
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Y le va a encantar trabajar para
papá. ¿A que si?
:45:48
Oh, claro que si.
Casi se me olvida.
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Son para usted.
Esta vez sin tarjeta porque...
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Preferiría que me dijera en persona
lo que habría escrito.
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- ¿Le importa si fumo?
- Oh, por supuesto que no.
:46:18
No, gracias.
:46:25
¿He dicho algo malo?
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Cree que es de verdad.
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Lo he hecho convertir
en un encendedor, Sr. Davis.
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Oh, ya veo. Por un momento,
me pareció de verdad.
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Supongo que mató
a muchos hombres en su día...
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...pero ahora es una antigüedad.
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Pero no le importaría apuntar
hacia otra parte, ¿verdad?
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- Claro que no, pero es inofensivo.
- Oh, eso seguro.
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¿Les importa?
Necesito un poco de aire.
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Hay mucho en el jardín.
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¿Se acuerda?
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- Casi le mato.
- Qué más da.
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¿Y el jarrón qué?