Julius Caesar
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- Diles que está enfermo.
- ¡César no miente!

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¿Tantas conquistas
para no decir la verdad?

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Decio, comunícales que no iré.
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Poderoso César,
dejadme alegar una causa.

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Para que no se rían de mí
al anunciarlo.

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La causa es mi voluntad.
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Eso debería satisfacer al Senado.
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Para tu satisfacción personal,
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te diré que es mi esposa Calpurnia
quien me retiene.

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Esta noche ha tenido un sueño.
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En él veía mi estatua
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de la que manaba
un raudal de sangre.

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Y muchos romanos llegaban sonriendo
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y bañaban sus manos en ella.
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Y creyendo ver
peligros y males inminentes,

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me ha rogado
que permanezca en casa hoy.

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El sueño está
erróneamente interpretado.

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Era una visión feliz y dichosa.
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Tu estatua manando sangre
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en la que se bañaban
sonrientes los romanos,

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significa que, gracias a ti,
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Roma recibirá sangre fortalecida.
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Y que los hombres ilustres
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se agolparán para recoger
restos, recuerdos y reliquias.

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Eso significa el sueño de Calpurnia.
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Le has dado la interpretación exacta.
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Y más lo creeréis
cuando os diga esto.

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El Senado ha decidido otorgar hoy
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una corona al poderoso César.
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Si anuncio vuestra ausencia,
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tal vez cambie de parecer.
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Y quizá alguno
podría decir con burla:

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"Disolved el Senado
hasta que mejores sue?os

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acompañen a la esposa de César".
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Si César se esconde,
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¿acaso no susurrarán que tiene miedo?
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Perdonadme, César,
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pero os estimo,
por eso condeno vuestro proceder.

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Y la razón es dócil a mi afecto.
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Qué pueriles me parecen ahora
tus temores, Calpurnia.

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Dame el manto.
¡Iré!


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