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Apostaba como un neurocirujano.
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Coloca bien las fichas.
Así, como se debe.
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Tenía que saberlo todo.
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Averiguaba lo que nadie más sabía
y a eso le apostaba.
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Desde aquel entonces, hace años,
cuando nos conocimos...
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HACE AÑOS
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...él sabía
si el defensa usaba coca...
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A Columbia, $20.
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...o si había preñado
a la novia.
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Calculaba la fuerza del viento
para determinar los goles.
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Sabía cómo rebotaba la pelota
de acuerdo con las diferentes tablas.
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Pasaba día y noche
calculando esas mierdas.
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Si le apostaba a algo,
se lo conocía a fondo.
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-Apuéstale a 6.
-Rothstein apostó a 6.
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Temporada tras temporada,
el cabrón siempre ganaba.
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Pero lo tomaba muy en serio,
nada lo divertía.
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Bueno...
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...así era él.
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En aquel entonces a los jefes
no les importaba si se divertía o no.
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Para ellos,
era una caja registradora.
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Cuando sonaba el timbre,
sacaban el dinero.
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Sobre todo Remo,
un jugador vicioso que siempre perdía.
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¡Qué suerte!
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Es decir, cuando no le apostaba Ace.
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Esas son mis cartas.
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Con Ace ganaban más plata en
un fin de semana, que conmigo en un mes.
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Ace le decía a Remo
todo lo que averiguaba.
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Boxeadores vendidos,
caballos drogados, árbitros tramposos...
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...partidos arreglados.
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Se lo contaba todo.
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Y francamente, no lo culpo.
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El mejor seguro del mundo era tener
a Remo ganando plata y feliz.