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¡Ya somos cuatro! Usted, yo,
Auger y el sobrino de Arpel.
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-Frédéric no dirá nada.
-¿ Y Arpel, cree que no lo sabe?
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-Precisamente pensaba...
-¿Qué?
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-Que podría... hacer que le detengan.
-¿Con qué pretexto?
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-Es un obseso sexual, como su tío.
-¡Está desbarrando!
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Es ministro de interior. Puede...
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¡Y empezaré por denegación
de justicia! No sabe lo que dice.
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No llore.
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No llore. No le va a pasar nada,
se lo prometo.
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Haré que cierren el caso,
nunca llegarán hasta usted.
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-¿ Y Frédéric?
-Hombre, él...
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Sí, bueno.
Veré qué se puede hacer.
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Gracias.
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-¿Se puede?
-¿Ha hablado con Bayona?
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Sí, pero nadie sabe nada.
Es peor que aquí. Un caos.
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-¿Qué pasa en Bayona?
-Hay barcos ingleses.
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-No vale la pena ir a Bayona.
-En Burdeos no los hay.
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No, pero seguro que...
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-Espere.
-¿Qué?
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Venga.
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Mire qué caras tan serias.
Francia está vencida,
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pero puede que se lo mereciera.
Demasiadas facilidades.
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-Hay que construir otra Francia.
-¿Habla conmigo o ensaya un discurso?
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No se ría de mí. Estoy preocupado.
Por nosotros.
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Llegan nuevos tiempos
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y me temo que no nos convienen.
Ya me lo han insinuado.