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Es el presidente
de la compañía
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y no conoce sus fábricas.
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Tienes que ir.
No puedo hasta el año próximo.
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Me llamó unas
semanas después
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de que terminamos de filmar
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y me dijo:
"Quizás pueda ir contigo...
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...a ver las fábricas.
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Voy al Abierto de Australia...
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...a ver los juegos de tenis,
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y a lo mejor puedo ir,
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o al menos irás tú.
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¿Quieres ir
al Abierto de Australia?"
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Durante 21 años
ni siquiera pensé
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en lo que le sacábamos
a la Tierra
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ni en lo que le hacíamos
a la Tierra
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para manufacturar
nuestros productos.
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Y en el verano 1994
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comenzamos a oír preguntas
de los clientes
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que nunca habíamos oído:
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"¿Qué hace su compañía
por el medio ambiente?"
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Y no teníamos respuestas.
La verdadera era: "No mucho".
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Eso molestó a nuestra gente.
A mí no tanto como a ellos.
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Un grupo de nuestro
Departamento de Investigación
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decidió reunir
una fuerza laboral,
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trayendo gente de nuestras
otras empresas en el mundo,
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para asesorar a la compañía
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en su posición mundial
sobre el medio ambiente
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y así poder tener respuestas
para esos clientes.
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Me pidieron que le hablara
a ese grupo
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para que esa nueva
fuerza laboral
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comenzara su labor
con una visión ambientalista,
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pero yo no tenía
una visión ambientalista
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y no quería dar el discurso.
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Y en el momento preciso
me llegó este libro.
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Era el libro de Paul Hawkins:
"La ecología del comercio".
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Comencé a leer
"La ecología del comercio"
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buscando inspiración
desesperadamente.
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Y muy pronto encontré la frase:
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"La muerte del nacimiento".
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Era la expresión de E. O. Wilson
para las especies en extinción.