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como un saqueador.
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Saqueaba algo
que no era mío,
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algo que les pertenecía a
todas las criaturas del mundo,
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y me di cuenta de que
tendría que llegar el día
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cuando esto fuera ilegal,
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cuando no se
permitiera el saqueo.
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Tiene que llegar ese día.
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Un día la gente como yo
irá a parar a la cárcel.
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Tengo que ser franco.
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Cuando ocurrió el ataque
del 11 de septiembre
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yo no sabía...
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Y no quiero decir esto
porque es...
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No quiero decirlo a la ligera,
porque no es algo ligero;
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fue un acto devastador,
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fue algo muy malo,
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lo peor que haya visto
en toda mi vida.
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Pero se lo digo
yo y se lo dirán
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todos los comerciantes
que no estaban en el edificio
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y que estaban comprando
oro y plata,
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que cuando eso pasó,
lo primero que pensamos fue:
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"¿Cuánto subió el oro?".
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Lo primero que pensé
fue que el oro había explotado.
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Todos nuestros clientes
tenían invertido en oro
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y cuando subió,
duplicaron su dinero.
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Todos duplicaron su dinero.
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Fue una bendición disfrazada.
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Devastador,
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espantoso, catastrófico,
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pero financieramente,
mis clientes ganaron dinero.
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Yo no buscaba
este tipo de ayuda,
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pero pasó.
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Cuando bombardeamos
Iraq en 1991,
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el precio del petróleo se
disparó de $13 a $40 el barril.