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Bien, eso remediará las cosas
si nada más lo logra.
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¡Becky!
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Cuando uno piensa en cómo la atendía.
Y todo el tiempo...
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Debería haber adivinado
que nadie hace nada por nada.
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Pero que la hija de un mendigo,
una institutriz sin un centavo...
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se largue con mi Rawdon.
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Vaya.
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Al menos su madre era una Montmorency.
Supongo que debemos aferrarnos a eso.
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Para nada.
Lo sé de la mejor autoridad.
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Su madre era una cantante de ópera
en el coro en Montmartre.
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- ¿Cómo?
- Me lo informó la mejor autoridad.
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Sí, sí, sí. Muy bien.
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Muy bien. Sé lo que debo hacer.
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¿Tendría la gentileza de traer
mi escritorio pequeño?
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Por supuesto. ¿Dónde está? ¿Dónde está
su escritorio pequeño? No lo veo.
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Está aquí.
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Casi siento pena por el pobre Rawdon.
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Pero no puedo permitir que esa muchacha
se beneficie de su maquinación.
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Ni tampoco debería.
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Me alegro de ver que
ha cambiado su opinión. Firkin.
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¿Recuerda cuando nos dijo
en Queen's Crawley...
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que adoraba
los matrimonios imprudentes?
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No en la vida real.
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- ¿Qué quiere?
- Tiempo, Osborne, eso es lo que quiero.
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¡No le debo nada!
¡No le daré nada!
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¡Me debe amistad!
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¡No tendrá mi amistad, señor!