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No, fue silencio.
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Y por mi silencio
se me castiga con la prisión.
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- ¿Por qué habéis vuelto a llamarme?
- Se os acusa de alta traición, Sir Thomas.
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Y la pena por ello no es la prisión.
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La muerte...
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a todos nos llega, señores.
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Sí, hasta la de los reyes.
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La muerte de los reyes no está en litigio,
Sir Thomas.
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Ni la mía, espero,
hasta que no se demuestre mi culpabilidad.
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¡Vuestra vida está en vuestras manos,
Thomas, como siempre!
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¿De veras, señor?
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Me agarraré a ella con firmeza.
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Decidme, Sir Thomas,
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¿persistís en vuestro silencio?
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Persisto.
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Caballeros del jurado,
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hay muchas clases de silencio.
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Considerad primero el silencio
de un hombre que está muerto.
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Suponed que entramos en la sala
donde yace y escuchamos.
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¿Qué oímos?
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Silencio.
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¿Qué significa este silencio?
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Nada. Es silencio puro y simple.
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Pero tomemos otro caso.
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Supongamos que yo sacara una daga
de mi manga...
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e intentara matar al prisionero.
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Y que sus señorías, en vez que gritarme
que me detuviera, guardaran silencio.
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Eso sí tendría significado.
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Significaría que están de acuerdo
en dejarme hacerlo.
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Y ante la ley serían culpables conmigo.
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Así pues, el silencio puede,
según las circunstancias,
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hablar.
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Consideremos ahora las circunstancias
del silencio del prisionero.
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¡La ley se sometió a todos los leales
súbditos del país y todos declararon...
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justo y bueno el título de su majestad!
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Pero al someterla al prisionero, ¡se negó!
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Y a esto lo llama "silencio".
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Sin embargo, ¿hay alguien en este tribunal,